Cuatro Hojitas

 

Anoche tuve un sueño algo peculiar. Fue uno de esos que tienes justo antes de despertar. Son lo suficientemente cortos, pero tan claros, que se hacen fáciles de recordar. Lo más gracioso es que me sentía como si en el sueño yo era la protagonista de un corto animado de Pixar.

Anoche soñé que yo era una plantita pequeña, con un tronco central, dos ramitas y dos hojitas en cada una de ellas. Estaba plantada en una maceta, también pequeña y fácil de transportar. Al principio me encontraba en un vivero, luego me llevaban en un coche por una carretera y podía ver el camino: el cielo azul, el verde de las montañas, incluso podía sentir la brisa en mi “cara” y en mis ramas. Llegamos a una casa, allí me cambiaban de sitio cada día, así que a veces estaba en un salón, otras en una terraza y casi siempre estaba en la ventana de la cocina. Un día me llevaron hasta el jardín y me dejaron muy cerca de un enorme, frondoso y precioso árbol. Yo levantaba mi cabeza para poder verlo de arriba abajo, pero era tan alto que no podía ver el final de su copa. Lo miraba y sin darme cuenta dije en voz alta: “¡Guao, que árbol tan hermoso! ¡Algún día quiero ser cómo él!”, el árbol me escuchó y empezó a hablar conmigo. Me contó que a pesar de todos los años que lleva allí, seguía teniendo un espíritu muy joven, que gracias a sus ramas tan largas, y su copa tan alta, ha podido ver muchas cosas, como si hubiera estado viajando todo este tiempo, que gracias al viento ha podido escuchar sonidos  muy hermosos, y que gracias a sus raíces tan profundas sabe que por muy fuerte que sea la tormenta siempre estará de pie y que nunca se le olvidará de quién es y cual es su hogar. Que sabe que sus semillas se esparcen por todo el mundo y que su especie se mantendrá viva por mucho tiempo más. Durante un buen rato me contó sobre viajes e historias increíbles, que era muy feliz y que sabía que algún día yo crecería y sería igual a él. Pero en ese momento bajé la cabeza y me quedé callada. El árbol me preguntó qué me pasaba. Le dije que tenía muchas ganas de crecer, pero que mientras siguiera estando en una maceta, mis raíces no podrían extenderse y solo tendría cuat
ro hojitas que no serían capaces de dar sombra, mucho menos algún fruto. El árbol dobló una de sus enormes ramas hacía mí, como si quisiera darme un suave abrazo, como si tratara de protegerme, como si quisiera tocar mi cabeza y me dijo: “Al principio llegué a este jardín como tú, dentro de una maceta, también había dado muchas vueltas antes de encontrar mi lugar, pero un día una persona me sacó de allí y me plantó en este sitio, en donde pude empezar a crecer. A veces necesitamos una pequeña ayuda de alguien más para que nosotros podamos hacer el resto. No te preocupes, pronto llegará tu momento, muy pronto saldrás de esa maceta y crecerás tanto o más que yo”. Veía y escuchaba al árbol y me llenaba de esperanza e ilusión. Empecé a creer que por fin me quedaría en ese jardín, porque tenía muchas ganas de crecer, porque quería estar cerca de él. Entonces noté como mi espacio se hacía pequeño, y sin querer, una de mis raíces hizo una grieta en el fondo de mi recipiente tratando de salir para comenzar a forjar su propio destino.

Me desperté sin saber si me habían sacado de la maceta. Me desperté con ganas de seguir al lado de tan precioso árbol. Me desperté y quería contarle este raro pero bonito sueño a alguien más. A alguien que aunque no me entienda, por lo menos me escuche sin necesidad de encontrarle algún significado más profundo del que pueda tener. Me desperté y quería contártelo a ti…

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